En una histórica ceremonia celebrada en la Plaza de San Pedro, el papa León XIV, el primer pontífice nacido en Estados Unidos, ofició su misa inaugural ante una multitud de aproximadamente 100 mil personas y representantes de más de 150 países. Durante su homilía, condenó la explotación de los pobres y lanzó un firme llamado a la unidad dentro de la Iglesia Católica, en un momento marcado por tensiones internas entre reformistas y conservadores.
León XIV condena la explotación de los pobres
El nuevo papa, Robert Francis Prevost, de 69 años, llegó al Vaticano y recorrió la plaza en el papamóvil, saludando y bendiciendo a los fieles, incluso deteniéndose para besar a un niño, en un gesto que fue recibido con vítores y aplausos. León XIV es el 267º pontífice y el primero de la Orden de San Agustín, con una trayectoria pastoral de décadas en Perú, país donde también obtuvo la nacionalidad y ejerció como misionero y obispo.

Entre los asistentes a la liturgia de dos horas estuvieron figuras destacadas como el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance; el secretario de Estado Marco Rubio; el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, con quien el papa se reunió posteriormente; y la presidenta de Perú, Dina Boluarte. Además, acudieron miembros de la realeza y delegados de todo el mundo, reflejando la importancia global del evento.
En su homilía, León XIV subrayó que en la Iglesia no debe haber lugar para la «propaganda religiosa» ni para juegos de poder, sino para la unidad y el servicio humilde. Criticó un sistema económico que explota los recursos naturales y margina a los más pobres, reafirmando su compromiso con la justicia social, una línea que evoca a papas como León XIII, conocido por su defensa de los derechos laborales en la era industrial. El pontífice se definió como un servidor de la fe y la alegría, no como un líder por méritos propios.
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El cierre de la misa estuvo marcado por un llamado a la paz justa y duradera en Ucrania y oraciones por Gaza, donde la población sufre hambre y violencia. León XIV pidió solidaridad con los más vulnerables y reafirmó su misión de transformar la Iglesia en un símbolo de paz y amor para el mundo.
Con este inicio, León XIV marca un nuevo capítulo en la historia del papado, combinando su herencia multicultural y experiencia pastoral con un mensaje claro de unidad, humildad y compromiso social en tiempos de desafíos globales.