El expresidente de Bolivia, Evo Morales, ha comenzado una huelga de hambre en la noche del viernes, acompañado por algunos de sus seguidores, incluido el senador Leonardo Loza. Este acto de protesta se produce en medio de un clima de tensión política y social en el país, donde Morales ha hecho un clamoroso llamado a las autoridades: “no me maten”.
En sus declaraciones, el exmandatario aseguró que está decidido a “derrotar” al Gobierno actual, al que califica de corrupto y narcotraficante. La huelga tiene como objetivo exigir la instalación de mesas de diálogo sobre temas económicos y políticos. Morales, quien ha enfrentado múltiples acusaciones judiciales, entre ellas por delitos graves como el estupro agravado y la trata de personas, se muestra firme en su decisión de permanecer en Bolivia y resistir ante lo que considera un régimen opresor.
“Pueden detenerme, ojalá que no me maten, por favor. Estaba muchas veces en la cárcel, no tengo miedo”, afirmó desde el piquete de huelga instalado en la sede de las Seis Federaciones del Trópico de Cochabamba. Esta declaración resuena con fuerza entre sus seguidores, quienes han mantenido bloqueos en varias carreteras del país durante 19 días como forma de presión.
La huelga de hambre fue anunciada por Morales tras un llamado a sus bases para que levantaran los bloqueos que han afectado gravemente la economía nacional. Sin embargo, sus seguidores rechazaron esta sugerencia y decidieron continuar con las medidas de presión hasta lograr la renuncia del presidente Luis Arce. Morales argumenta que estos bloqueos son una respuesta legítima a las injusticias que enfrenta su movimiento y a los procesos judiciales que se han iniciado en su contra.
En su discurso, Morales también solicitó que las mesas de diálogo incluyan la participación de organismos internacionales y países vecinos para garantizar un proceso sincero y productivo. “Esperamos que organismos, países hermanos puedan garantizar un diálogo sincero”, enfatizó el exmandatario. Las demandas incluyen no solo cuestiones económicas relacionadas con la crisis del dólar y el aumento en los precios del combustible, sino también la liberación de líderes políticos detenidos injustamente.
El contexto actual es complejo; los bloqueos comenzaron como protestas contra las investigaciones judiciales contra Morales y han escalado en confrontaciones entre manifestantes y fuerzas del orden. En este clima tenso, el Gobierno ha denunciado la toma de instalaciones militares por parte de simpatizantes de Morales, lo que ha llevado a acusaciones de traición a la patria. La situación se complica aún más con el anuncio del Gobierno sobre la detención de 66 personas durante un operativo para despejar rutas bloqueadas.
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Morales ha criticado fuertemente estas acciones gubernamentales, comparándolas con las represiones del pasado y acusando al Gobierno actual de utilizar tácticas similares a las que él mismo enfrentó durante su carrera política. “Semejante intervención policial y militar es una nueva provocación por parte del Gobierno”, afirmó en una entrevista reciente.