Decenas de miles de israelíes, afligidos y enojados, salieron a las calles el domingo por la noche en una de las protestas más masivas desde el inicio del conflicto con Hamás hace 11 meses. La indignación de los manifestantes se desató tras el hallazgo de seis rehenes muertos en Gaza, lo que ha intensificado la presión sobre el primer ministro Benjamín Netanyahu para que alcance un cese del fuego y facilite la liberación de los rehenes restantes.
Los manifestantes, que se congregaron en lugares emblemáticos como la oficina de Netanyahu en Jerusalén y en la plaza Rabin de Tel Aviv, coreaban consignas como “¡ahora! ¡ahora!”, exigiendo acciones inmediatas del gobierno. Entre los asistentes se encontraban familiares de los rehenes, quienes portaban ataúdes simbólicos en memoria de los fallecidos. La protesta no solo fue un acto de duelo, sino también un llamado a la acción, reflejando un creciente descontento con la gestión del conflicto por parte del gobierno israelí.
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“Verdaderamente pensamos que el gobierno está tomando estas decisiones para protegerse a sí mismo y no para salvar la vida de los rehenes, y necesitamos decirles: ‘¡Basta!’”, expresó Shlomit Hacohen, una residente de Tel Aviv, quien se unió a la multitud de manifestantes. La frustración se ha visto exacerbada por la revelación de que tres de los seis rehenes hallados muertos, entre ellos un estadounidense de origen israelí, estaban programados para ser liberados en la primera fase de una propuesta de cese del fuego discutida en julio.
En un movimiento que subraya la gravedad de la situación, el mayor sindicato de Israel, la Histadrut, anunció una huelga general para el lunes, marcando la primera paralización de este tipo desde el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023. La huelga tiene como objetivo afectar sectores clave de la economía, incluidos la banca, los servicios de salud y el principal aeropuerto del país, en un esfuerzo por presionar al gobierno a que actúe en favor de los rehenes.
La decisión de la Histadrut refleja la creciente desesperación entre la población y la percepción de que el gobierno no está haciendo lo suficiente para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. La huelga podría tener un impacto significativo en la vida cotidiana de los israelíes y en la economía del país, lo que añade una capa adicional de presión sobre Netanyahu.
A medida que las protestas se intensifican, la respuesta del gobierno ha sido cautelosa. Netanyahu ha culpado a Hamás por el estancamiento de las negociaciones y ha prometido continuar con la guerra hasta que el grupo sea destruido. Sin embargo, la presión interna dentro del gabinete se ha hecho evidente. Altos funcionarios de seguridad han advertido que el tiempo se agota para salvar a los rehenes y han instado a Netanyahu a reconsiderar su enfoque.
La tensión entre Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, se hizo palpable en una reunión del gabinete de seguridad, donde Gallant acusó al primer ministro de priorizar el control territorial sobre la vida de los rehenes. Esta disputa refleja las divisiones dentro del gobierno y la creciente frustración entre los líderes de seguridad, quienes creen que un acuerdo de cese del fuego es la única forma viable de recuperar a los rehenes con vida.
El ejército israelí informó que los seis rehenes fueron asesinados a quemarropa poco antes de que las fuerzas israelíes llegaran a la zona. Las autopsias confirmaron que habían muerto el jueves o el viernes, y sus cuerpos fueron encontrados en un túnel en Rafah, en el sur de Gaza. Uno de los rehenes, Hersh Goldberg-Polin, de 23 años, había sido visto con vida en un video difundido por Hamás en abril, lo que había desatado protestas en Israel. La noticia de su muerte ha dejado a su familia y a la nación en un estado de duelo y rabia.
Durante los funerales, la angustia fue palpable. El cuerpo de Almog Sarusi fue envuelto en una bandera israelí mientras su madre, Nira, expresaba su dolor: “Te abandonaron una y otra vez, a diario, hora tras hora, durante 331 días”. Este tipo de declaraciones resuenan en una sociedad que se siente cada vez más dividida entre quienes apoyan la estrategia de guerra de Netanyahu y aquellos que exigen un cambio inmediato en la política del gobierno.
“Creo que esto es un terremoto. Esto no es solo un paso más en la guerra”, afirmó Nomi Bar-Yaacov, miembro del Programa de Seguridad Internacional del centro de estudios Chatham House, antes de las protestas del domingo. La situación actual ha puesto de relieve las divisiones en la sociedad israelí y ha planteado preguntas difíciles sobre la dirección futura del país en medio de un conflicto prolongado y doloroso.