La adolescencia es un momento complejo en el que las chicas pueden alejarse y rechazar a los adultos, sin ser conscientes de que están en una relación abusiva. En muchos casos, sufren violencia física y/o psicológica, convirtiéndose en víctimas de violencia machista. Sin embargo, por miedo, vergüenza o desconocimiento, muchas de ellas no verbalizan su situación.
En España, más de mil niñas y adolescentes están bajo protección policial debido al riesgo de volver a ser agredidas por sus maltratadores. Dado que son menores de edad y se encuentran en un momento vital particularmente vulnerable, la violencia que enfrentan, que a menudo se manifiesta en forma de violencia digital, requiere un enfoque específico.
Comunicarse y llegar a las chicas más jóvenes resulta particularmente difícil. Su entorno es crucial, incluyendo amistades, escuela y políticas públicas que garanticen su protección. Por esta razón, el Ministerio del Interior ha comenzado a acercarse a los centros escolares, para que las víctimas no tengan que acudir a una comisaría a denunciar, lo cual puede resultar abrumador para una menor.
Verbalizar el maltrato en el hogar, ante una amiga o una profesora, tampoco es sencillo debido a diversos motivos. Según el teniente de la Guardia Civil Daniel Moreno, del Equipo Mujer-Menor (EMUME), el principal motivo es el desconocimiento de ser una víctima. El miedo a las represalias, las coacciones del agresor, el vínculo emocional que no quieren romper y la vergüenza también dificultan la denuncia.
Las chicas pueden percibir el maltrato como un fracaso personal, sintiendo que han defraudado a sus padres por permitir ser golpeadas, humilladas e insultadas. Además, el sentimiento de culpa surge después de la distorsión y el desgaste que provoca el sometimiento, donde la víctima llega a creer que es su culpa que el agresor actúe de esa manera.
En este contexto, los padres juegan un papel fundamental. Según el teniente Moreno, deben mostrar a sus hijas que están ahí para ayudarlas, ofrecer apoyo sin imponerlo de manera directa para evitar barreras. Detectar una situación de violencia puede implicar observar cambios en el comportamiento de las chicas, como el aislamiento, la disminución del apetito, el encierro, llanto frecuente, insomnio o cuadros de ansiedad.
Las amistades también desempeñan un papel relevante. Según Moreno, las amigas pueden acercarse a la víctima de manera que no se sienta atacada, mostrándole que quieren ayudarla. Gracias a las amigas, las víctimas pueden comenzar a darse cuenta de su situación y entender que pueden salir de ese entorno. A veces, las propias amigas han pasado por situaciones similares.
El Ministerio del Interior cuenta con el «Plan directo para la convivencia y mejora de la seguridad en los centros educativos y sus entornos» para llegar a la juventud. Mediante charlas en los centros escolares, se busca concienciar a los menores sobre la violencia de género, ya que tanto los agresores como las víctimas suelen considerar comportamientos delictivos como normales. Tras estas charlas, es común que las chicas se acerquen a comentar que una amiga está sufriendo violencia, e incluso ellas mismas pueden ser las víctimas.
La violencia digital ejercida por los agresores dificulta que vean las reacciones de sus víctimas y sean conscientes del constante miedo y ansiedad que generan. Por ello, el trabajo con los agresores es fundamental, no solo para que sean conscientes de sus acciones y las consecuencias legales, sino para que comprendan el daño que causan y la posibilidad de destrozar la vida de una persona.
El profesorado también desempeña un rol importanteen la detección y prevención de la violencia machista entre las adolescentes. Se les brinda formación específica para reconocer los signos de violencia y ofrecer apoyo a las víctimas. Además, se fomenta la creación de entornos seguros y libres de violencia en los centros educativos.
Es fundamental abordar la violencia machista desde todas las esferas de la sociedad, incluyendo la educación, la familia, las instituciones y la justicia. Las niñas y adolescentes necesitan sentir que tienen opciones y recursos para salir de situaciones de maltrato, así como el apoyo de su entorno para denunciar y buscar ayuda.
La protección policial para más de mil niñas y adolescentes en España refleja la gravedad de la situación y la necesidad de adoptar medidas concretas para garantizar su seguridad.