Una marcha multitudinaria liderada por el expresidente Evo Morales llegó este lunes a las puertas de La Paz, en un contexto de creciente tensión política y económica en Bolivia. La movilización, conocida como la «Marcha para salvar Bolivia», se desarrolló sin resistencia significativa, incluso recibiendo aplausos de algunos ciudadanos, a pesar de los violentos enfrentamientos del día anterior que dejaron una veintena de heridos.
Este evento representa un desafío directo al presidente Luis Arce, quien se encuentra en una lucha interna por el control del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que ha gobernado Bolivia durante 17 años.
La marcha, que comenzó hace siete días en Caracollo, Oruro, busca presionar al gobierno para que reconozca a Morales como líder del MAS y le permita postularse nuevamente en las elecciones presidenciales de 2025. Morales, quien fue presidente entre 2006 y 2019, ha acusado a Arce de traición y de agravar la crisis económica que enfrenta el país. En sus discursos durante la movilización, enfatizó que su objetivo es «salvar la patria» ante la caótica situación económica y criticó al actual mandatario por no ofrecer soluciones efectivas.
La crisis económica en Bolivia es profunda y se ha intensificado en los últimos años debido a la caída en la producción de hidrocarburos y la falta de reservas internacionales. Según analistas, el país ha pasado de ser un modelo de crecimiento en América Latina a enfrentar una severa escasez de dólares y un aumento en los precios de la canasta familiar. Arce ha señalado que Morales es responsable del deterioro económico y lo ha acusado de buscar imponer su candidatura «por las buenas o por las malas».
Las tensiones entre los seguidores de ambos líderes se hicieron evidentes durante la marcha. Mientras los partidarios de Morales avanzaban hacia La Paz, un grupo afín a Arce intentó frenar su avance, resultando en enfrentamientos violentos. La situación llevó al cierre de varias oficinas públicas y a la suspensión de clases en la capital debido al temor a nuevos disturbios.
La división dentro del MAS es palpable, con ambos líderes acusándose mutuamente de promover la violencia y el caos. La falta de diálogo efectivo entre ellos ha exacerbado las tensiones y ha llevado a una polarización aún mayor entre sus bases. A pesar de los esfuerzos del Defensor del Pueblo para mediar entre las partes, las negociaciones no han prosperado.
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El descontento entre los bolivianos también se refleja en las calles. Mientras algunos apoyan a Morales, otros critican su regreso a la política activa tras haber sido inhabilitado por un fallo del Tribunal Constitucional. «Arce es un malagradecido», expresó una vendedora que apoyaba a Morales, mientras que otros ciudadanos señalaron que ambos líderes han contribuido a la crisis actual.
La situación política en Bolivia se asemeja a una crisis terminal para el MAS, según analistas, quienes advierten que la incapacidad del partido para renovarse podría tener consecuencias graves para su futuro. Javier Zabaleta, exministro durante el gobierno de Morales, comentó que la crisis es estructural y va más allá de las disputas personales entre los líderes.