El presidente electo de Irán, Masud Pezeshkian, expresó su disposición para entablar un «diálogo constructivo» con los países europeos, según una tribuna publicada en el Tehran Times.
Pezeshkian, quien asumirá el cargo el 30 de julio, busca mejorar los lazos con Europa a pesar de los recientes retrocesos en las relaciones.
En su mensaje, el reformista criticó la retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear iraní en 2018 y el asesinato del general Qasem Soleimani en 2020.
También reprochó a las potencias europeas por incumplir sus compromisos de mitigar el efecto de las sanciones estadounidenses contra Irán.
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A pesar de estas críticas, Pezeshkian afirmó que su política exterior se basará en «dignidad, sabiduría y prudencia», y que acogerá los esfuerzos sinceros para aliviar las tensiones.
Sin embargo, enfatizó que la prioridad de su gobierno será fortalecer las relaciones con los países vecinos, Rusia y China.
La normalización de relaciones entre Irán y Arabia Saudita probablemente tendrá un impacto significativo en la política europea hacia la región.
Podría reducir las tensiones regionales, lo que permitiría a Europa adoptar un enfoque más equilibrado en sus relaciones con ambos países, sin tener que «elegir bando».
También, facilitaría los esfuerzos diplomáticos europeos para abordar conflictos regionales como Yemen, donde Irán y Arabia Saudita han apoyado a bandos opuestos y podría abrir nuevas oportunidades económicas y comerciales para las empresas europeas en ambos países, especialmente si se levantan algunas sanciones.
Disminuiría la influencia de Estados Unidos en la región, lo que podría llevar a Europa a buscar un papel más independiente y proactivo.
Podría impulsar los esfuerzos europeos para revivir el acuerdo nuclear con Irán, ya que Arabia Saudita podría adoptar una postura menos hostil.
Reforzaría la tendencia de los países de Oriente Medio a diversificar sus alianzas más allá de Occidente, lo que obligaría a Europa a replantear su estrategia regional.
Sin embargo, es importante notar que el impacto real dependerá de cómo evolucionen las relaciones entre Irán y Arabia Saudita a largo plazo, ya que aún persisten desconfianzas y rivalidades históricas.