En la frontera entre Ciudad Juárez, México, y El Paso, Texas, los migrantes que han logrado llegar al río Bravo enfrentan una realidad aterradora. La masacre reciente de nueve personas, atribuida a traficantes de personas, ha dejado una huella de miedo y desconfianza en aquellos que buscan una vida mejor al otro lado. Las autoridades mexicanas, aunque presentes, no siempre son percibidas como un refugio seguro.
Ayarí Zedeño, una valiente migrante venezolana, viajó con su familia hasta Ciudad Juárez en busca de esperanza. Sin embargo, incluso al estar a un paso de Estados Unidos, su seguridad está en riesgo. “Estábamos ya acostados y llegó un grupo de esa gente (delincuentes) con mecates (cuerdas) y alcanzamos a correr. Dijeron que venían a llevarse a toda la gente porque no podíamos estar aquí. Eso es a lo que más le tememos, no tanto a las autoridades de Migración”, confiesa Ayarí.
El miedo se intensifica debido a los recientes hallazgos: nueve cuerpos desnudos tirados al norte de Chihuahua, en el kilómetro 37 de la carretera a Ciudad Juárez. Las bandas de traficantes de personas son señaladas como responsables.
La desconfianza hacia las autoridades mexicanas es palpable. Los migrantes temen que, una vez asegurados, sean entregados a los mismos criminales que los amenazan. La política migratoria de México, que persigue a las personas en condición de movilidad, los ha expuesto a riesgos extremos.
“Ya llevamos casi una semana y la hemos pasado mal porque estamos durmiendo en el monte, hemos matado culebras, ya hemos pasado hasta el muro pero nos sacaron. El Ejército nos sacó porque no estaba (el Instituto Nacional de) Migración, le quisieron pegar al papá del niño con el niño encima, nos trataron mal, nos querían romper los documentos”, relata Ayarí con angustia.
El testimonio de Gilberto Loya Chávez, secretario de Seguridad Pública del Estado de Chihuahua, es revelador. Más de la mitad de los homicidios en Juárez están relacionados con el tráfico de personas, y los grupos criminales luchan por controlar esta peligrosa actividad. La presencia del grupo criminal venezolano “Tren de Aragua” agrega una dimensión aún más inquietante a la situación. Julio Okendo, otro migrante venezolano, subraya que el crimen organizado es el mayor peligro en la ruta hacia Estados Unidos.
México se ha convertido en un obstáculo formidable. La falta de boletos de autobús obliga a los migrantes a caminar durante días, expuestos a los delincuentes. “Siempre huyendo de la Migración, corriendo dentro del monte, es donde yo digo, está aumentando más el peligro del migrante, al hacerlo caminar dentro del monte, de la selva es donde corre uno más peligro”, advierte Julio.